También sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha ayudado a entender, para que podamos reconocer al que es verdadero. Vivimos en él, que es verdadero, en su Hijo Jesucristo. Él es el verdadero Dios, y es vida eterna.
“Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo esté, para que puedan ver la gloria que me diste—porque tú me amaste antes de que el mundo fuera creado.
Porque el Dios que dijo: “Que brille la luz en medio de la oscuridad”, brilló en nuestros corazones para iluminar el conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo.
Si ustedes fueran parte de este mundo, el mundo los amaría como parte suya. Pero ustedes no son parte del mundo, y yo los separé del mundo—por eso el mundo los odia.
Yo conozco tus logros. Mira, he abierto para ti una puerta que nadie puede cerrar. Sé que tienes apenas poca fuerza, pero hiciste lo que yo te pedí, y no me negaste.
Pero Cristo es un hijo, a cargo de la casa de Dios. Y nosotros somos la casa de Dios siempre y cuando nos aferremos con confianza a la esperanza en la cual decimos que creemos con orgullo.
Yo sé que vives donde Satanás tiene su trono, y que has permanecido fiel a mí. No has negado tu fe en mí, incluso cuando mi fiel testigo Antipas fue asesinado justo en medio de ustedes, justo allí, donde vive Satanás.
Dejen que el mensaje de Cristo habite completamente en ustedes. De las maneras más sabias instrúyanse unos a otros por medio de salmos e himnos y cantos espirituales, alabando a Dios con sus corazones.
Cuando los extranjeros escucharon esto, se alegraron en gran manera, alabando la palabra del Señor, y todos los elegidos para la vida eterna creyeron en Dios.
Esta carta viene de Pedro, apóstol de Jesucristo, y es enviada al pueblo escogido de Dios: a los exiliados que están dispersos por todas las provincias de Ponto, Galacia, Capadocia, Asia, y Bitinia.
“Ahora sabemos que estás poseído por el demonio”, dijeron los judíos. “Abraham murió, y los profetas también, ¡y tú estás diciéndonos ‘cualquiera que sigue mi enseñanza, no morirá jamás!’
Mientras estuve con ellos, los protegí en tu nombre, el nombre que me diste. Cuidé de ellos para que ninguno se perdiera, excepto el ‘hijo de perdición,’ para que se cumpliera la Escritura.
Y como has perseverado como te lo dije, cuidaré de ti durante el juicio que viene sobre el mundo, cuando todos los habitantes de la tierra serán juzgados.