Entonces las hermanas enviaron un mensaje a Jesús: “Señor, tu amigo está enfermo”.
Aunque Jesús amaba a Marta, María y Lázaro,
“Yo corrijo y disciplino a los que amo. Así que sé sincero y arrepiéntete.
Erasto se quedó en Corinto, y dejé a Trófimo en Mileto porque se enfermó.
El discípulo a quien Jesús amaba estaba sentado junto a él en la mesa, apoyado cerca de él.
“Miren cuánto lo amaba”, dijeron los judíos.
Después de decirles esto, les dijo: “Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, ¡pero yo voy para despertarlo!”
En cuanto a la gente santa que vive en la tierra, ellos son los únicos verdaderamente grandes, y los aprecio.
Entonces Dios le dijo: “Ve con tu hijo, el hijo al que amas, tu único hijo, a la tierra de Moriah y sacrifícalo como una ofrenda quemada sobre el altar en una de las montañas que yo te mostraré”.
Un hombre llamado Lázaro estaba enfermo. Él vivía en Betania con sus hermanas María y Marta.
Cuando el Señor la vio se llenó de compasión por ella. “No llores”, le dijo.
María fue la que ungió al Señor con perfume y secó sus pies con su cabello. El que estaba enfermo era su hermano Lázaro.
Marta le dijo a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
“Ustedes me llaman ‘Maestro’ y ‘Señor,’ y está bien que lo hagan, pues eso es lo que soy.