“Jamás se nos ocurriría rebelarnos contra el Señor o alejarnos de él construyendo un altar para hacer holocaustos o ofrendas de grano o sacrificios. El único altar del Señor, nuestro Dios, es el que está frente a su Tabernáculo”.
Pero si no quieren adorar al Señor, ¡elijan hoy a quién quieren adorar! ¿Adorarána los dioses que adoraron sus antepasados más allá del Éufrates? ¿O a los dioses de los amorreos en cuya tierra viven ahora? Pero yo y mi familia adoraremos al Señor”.
Porque el Señor, nuestro Dios, nos sacó a nosotros y a nuestros antepasados de la esclavitud en Egipto. Él fue quien hizo grandes milagros ante nuestros ojos. Él cuidó de nosotros en el camino mientras viajábamos por las tierras de muchas naciones.