Esdras leyó del Libro de la Ley de Dios todos los días, desde el primero hasta el último. Los israelitas celebraron la fiesta durante siete días, y el octavo día se reunieron en asamblea, como exigía la Ley.
“Haz que todos los judíos de Susa se reúnan y ayunen por mí. No coman ni beban nada durante tres días y tres noches. Yo y mis doncellas también ayunaremos. Después iré a ver al rey, aunque sea contra la ley, y si muero, que muera”.
Así sucedió. Se declaró un ayuno para honrar al Señor en el que participó todo el pueblo de Jerusalén y todos los que habían llegado allí desde las ciudades de Judá. Esto ocurrió en el noveno mes del quinto año del reinado de Joacim hijo de Josías, rey de Judá.
Escuchen esto, ancianos. Presten atención todos los que habitan la tierra. ¿Alguna vez ha ocurrido algo semejante a esto en su experiencia o la de sus antepasados?
Durante siete días presentarás ofrendas de comida al Señor. El octavo día tendrás otra reunión santa y presentarás una ofrenda al Señor. Es una reunión para la adoración. No debes hacer nada de tu trabajo habitual.