Los que huyan quedarán indefensos en Hesbón, adonde fueron en busca de protección, porque de Hesbón sale fuego, un fuego de donde reinó Sijón. Quema todo el país de Moab y su pueblo desafiante.
Ya nadie alaba a Moab. La gente de Hesbón está tramando: “Destruiremos a Moab como nación. Gente del pueblo de los locos, también los silenciaremos: serán atacados con espadas y perseguidos”.
Por eso enciaré fuego sobre Moab, y consumiré los castillos de Queriyot; y el pueblo de Moab morirá en medio de la agitación, gritos de batalla y sonido de trompeta.
Hesbón era la capital de Sehón, rey de los amorreos, que había luchado contra el anterior rey de Moab y le había quitado todas sus tierras hasta el río Arnón.
¡Qué desastre enfrentas, Moab! ¡Vais a morir todos, pueblo de Quemos! Entregaste a tus hijos como exiliados y a tus hijas como prisioneras a Sehón, rey de los amorreos.
“Lo veo, pero esto no es ahora. Lo observo, pero esto no está cerca. En el futuro, un líder como una estrella vendrá de Jacob, un gobernante con un cetro llegará al poder desde Israel. Aplastará las cabezas de los moabitas, y destruirá a todo el pueblo de Set.
“¿Acaso no han leído las Escrituras?” les preguntó Jesús. “‘La piedra que rechazaron los constructores se ha convertido en la piedra angular. El Señor ha hecho esto, y es maravilloso ante nuestros ojos’.