Jeremías fue colocado en una celda del calabozo subterráneo y permaneció allí durante mucho tiempo.
Fui cruelmente secuestrado en la tierra de los hebreos, y ahora estoy aquí en esta fosa a pesar de que no he hecho nada malo”.
Así que tomaron a Jeremías y lo pusieron en la cisterna que pertenecía a Malquías, el hijo del rey, que estaba en el patio de la guardia. Bajaron a Jeremías con cuerdas a la cisterna. No tenía agua, sólo barro, y Jeremías se hundió en el barro.
Intentaron matarme arrojándome a un pozo y tirándome piedras.
Desde lo más profundo de la fosa te llamé, Señor.