Tomó un ídolo pagano que había fabricado y lo colocó en el Templo de Dios, sobre el cual Dios había dicho a David y a su hijo Salomón: “Seré honrado para siempre en este Templo y en Jerusalén, que he elegido entre todas las tribus de Israel.
Y todos los dirigentes de los sacerdotes y del pueblo eran también totalmente infieles y pecadores, y seguían todas las prácticas repugnantes de las naciones paganas. Profanaron el Templo del Señor, que él había consagrado como santo en Jerusalén.
Entre los descendientes de los sacerdotes, los siguientes se habían casado con mujeres extranjeras: de los hijos de Jesúa hijo de Josadac, y de sus hermanos Maasías, Eliezer, Jarib y Gedalías.
¿Qué derecho tienen las personas que amo a estar en mi Templo cuando han hecho tantas cosas malas? ¿Creen que la carne de los sacrificios los salvará? Cuando ocurra el desastre, ¿te alegrarás?
Esto es lo que dice el Señor Todopoderoso sobre los profetas: Les daré ajenjo para comer y agua envenenada para beber, porque el mal se ha extendido por todo el país desde los profetas de Jerusalén.
Mi pueblo es una oveja perdida, extraviada por sus pastores, que la hacen vagar sin rumbo por los montes. Van de un lugar a otro en los montes y colinas, olvidando dónde solían descansar.
Voy a entregar sus esposas a otros, y sus campos a diferentes dueños, ya que todos mienten porque son codiciosos, tanto los pobres como los ricos. Incluso los profetas y los sacerdotes: ¡todos son unos mentirosos deshonestos!
¡Señor, por favor, piensa en ello! ¿A quién has tratado así? ¿Deben las mujeres comer a sus hijos, a los pequeños que aman? ¿Hay que matar a los sacerdotes y a los profetas en el Templo del Señor?
Estaban tan orgullosos de sus hermosas joyas que las usaron para hacer sus repugnantes imágenes y decorar sus ofensivos ídolos. “Así que voy a convertir estos ídolos en cosas inmundas para ellos.
Setenta ancianos de la casa de Israel estaban de pie frente a ellas, incluyendo a Jaazanías hijo de Safán. Todos sostenían incensarios, produciendo una nube de incienso de olor agradable que se elevaba sobre ellos.
Entonces me llevó al patio interior del Templo del Señor y allí mismo, a la entrada del Templo, entre el pórtico y el altar, había unos veinticinco hombres. Estaban de espaldas al Templo y mirando hacia el este. Se inclinaban en adoración al sol que salía por el este.