Vengan y discutamos esto, dice el Señor. Aunque sus pecados sean como la grana, se volverán blancos como la nieve. Aunque sean rojos como el carmesí, se convertirán como la blanca lana.
Así que el Señor espera, queriendo ser bondadoso con ustedes, dispuesto a actuar para mostrarles misericordia, porque el Señor es un Dios que hace lo que es justo. Todos los que esperan en él son bendecidos.
La luna brillará tanto como el sol, y el sol brillará siete veces más, como si hubiera siete días de luz en uno. Así será cuando el Señor venda las lesiones de su pueblo y sane las heridas que le causó.
Esto es lo que dice el que está por encima de todo, el que vive en la eternidad, cuyo nombre es santo: Yo vivo en un lugar alto y santo, junto a los que se arrepienten y actúan con humildad, restaurando sus espíritus y animándolos.
El Señor los guiará siempre; les dará todo lo que necesitan en una tierra desolada; los hará fuertes de nuevo. Serán como un jardín bien regado, como un manantial que nunca se seca.
Pero si te niegas a escuchar, lloraré secretamente por dentro a causa de tu orgullo. Mis lágrimas se derraman porque el rebaño del Señor ha sido capturado.
Pero yo te devolveré la salud y sanaré tus heridas, declara el Señor, porque la gente dice que has sido abandonada y que nadie se preocupa por ti, Sión.
Así que partió de allí y se fue a casa de su padre. “Aunque aún estaba lejos, su padre lo vio venir desde la distancia, y su corazón se llenó de amor por su hijo. El padre corrió hacia él, abrazándolo y besándolo.