Dios, hablas como si esto fuera una cosa pequeña para ti, y también has hablado del futuro de mi casa, de la dinastía de mi familia. ¿Es esta tu forma habitual de tratar con los seres humanos, Señor Dios?
Entonces Jesús oró: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas de las mentes de los inteligentes y sabios. Por el contrario, las has revelado a personas comunes.