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Referencias Cruzadas

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Isaías 47:10

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Pusiste tu confianza en tus malas acciones, diciendo Nadie puede ver lo que estoy haciendo. Tu sabiduría y conocimiento te sedujeron, y te dijiste a ti mismo: “Yo soy supremo, no hay nadie más que yo”.

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23 Referencias Cruzadas  

Ellos piensan: “Dios no se dará cuenta, pues mira hacia otra parte. Él no verá nada”.

“¡Miren lo que les pasa a los que no acuden a Dios en busca de ayuda, sino que confían en su gran riqueza y fortaleza, que solo les traerá destrucción!”

Animan a otros a hacer el mal y conspiran sobre cómo engañar a las personas diciendo: “Nadie lo sabrá”.

Nadie puede retener el aliento de vida; nadie puede evitar el día en que muera. No hay manera de escapar de esa batalla, ¡y los malvados no se salvarán por su maldad!

Ustedes afirman: “Hemos hecho un acuerdo con la muerte; tenemos un contrato con la tumba. Cuando pase el terrible desastre, no nos afectará, porque nuestras mentiras nos protegen y nos escondemos en nuestros propios engaños”.

La tragedia llega a la gente que se toma tantas molestias para ocultar sus planes al Señor. Trabajan en la oscuridad y se dicen a sí mismos: “Nadie puede vernos, ¿verdad? Nadie lo sabrá, ¿verdad?”

Se alimenta de cenizas, seducido por el pensamiento engañoso de su mente. No puede salvarse a sí mismo, y ni siquiera se pregunta: “¿No es este ídolo que sostengo sólo una mentira?”

Ahora escucha esto, mujer sensual, sentado ahí tan seguro de ti mismo, diciéndote: “Soy supremo—no hay nadie más que yo. Nunca seré viuda ni experimentaré la pérdida de mis hijos”.

La tragedia viene a ustedes que son sabios en sus propios ojos y se creen muy inteligentes.

Nadie quiere justicia, nadie alega su caso con honestidad. Se apoyan en falsos testimonios y dicen mentiras. Conciben planes malvados, y dan a luz problemas.

¿Puede la gente esconderse en lugares secretos donde yo no pueda verlos? pregunta el Señor. ¿No actúo en todos los lugares del cielo y de la tierra? pregunta el Señor.

Esto es lo que dice el Señor: El sabio no debe jactarse de su sabiduría. El fuerte no debe presumir de su fuerza. El rico no debe presumir de sus riquezas.

“Hijo de hombre”, me dijo, “¿puedes ver lo que los ancianos del pueblo de Israel están haciendo aquí en la oscuridad, con cada uno adorando en la sala del santuario de su propio ídolo? Esto es lo que están diciendo: ‘¡El Señor no puede ver lo que estamos haciendo; además el Señor ha abandonado nuestro país!’”

“Los pecados del pueblo de Israel y de Judá son realmente terribles”, respondió. “Todo el país está lleno de asesinos, y los que viven en la ciudad son criminales. Dicen: ‘El Señor ha abandonado nuestro país. No puede ver lo que estamos haciendo’.

“Así que, Majestad, hazme caso. Deja de pecar y haz lo que es correcto. Acaba con tus iniquidades y sé misericordioso con los oprimidos. Tal vez entonces las cosas sigan yendo bien para ti”.

Esto es lo que le sucederá a esta ciudad triunfante que creyó estar segura. “¡Mírenme!” decías con arrogancia. “¡No hay ciudad cuya grandeza sea como la mía!” Pero has quedado desolada, y eres apenas el hogar de animales salvajes. Todos los que pasan te señalarán con el dedo y se burlarán de ti con desdén.

Y aunque aseguraban ser sabios, se volvieron necios.

La sabiduría de este mundo es completa necedad para Dios. Como dice la Escritura: “Él usa la inteligencia de los sabios para atraparlos en su propia astucia”,




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