Fíjense que lo que predije se ha hecho realidad, al igual que las cosas nuevas que les estoy diciendo ahora. Te digo lo que sucederá antes de que suceda”.
¡Que se reúnan todas las naciones! ¡Que se reúnan todos los pueblos! ¿Quién de ellos pudo decir esto y predecir lo que iba a suceder? Que traigan sus testigos para demostrar que tienen razón. Entonces que escuchen y digan: ‘Es verdad!’
Discutan esto juntos, y luego hablen, presenten su caso. ¿Quién predijo esto hace tiempo? ¿Quién dijo lo que pasaría en el futuro en el pasado? ¿No fui yo, el Señor? No hay otro Dios aparte de mí, no hay otro Dios que haga lo correcto y que salve. No hay otro Dios sino yo.
Te daré un tesoro oculto, un tesoro escondido en lugares secretos, para que sepas con certeza que yo soy el Señor, el Dios de Israel, el que te llama por tu nombre.
Levantan el ídolo sobre sus hombros, lo transportan y lo colocan en su sitio. Se queda allí y no se mueve. Incluso cuando la gente clama por ayuda, no responde; no puede salvarlos de sus problemas.
Al igual que un espantapájaros en un campo de pepinos, sus ídolos no pueden hablar. Hay que llevarlos en brazos porque no pueden caminar. No hay que tenerles miedo porque no pueden hacerte daño y tampoco pueden hacerte ningún bien.
De no poder revelarme el sueño, ¡todos recibirán el mismo castigo! Han conspirado contra mí, diciéndome mentiras, esperando que las cosas cambien. Así que díganme cuál fue mi sueño y entonces creeré que pueden explicar su significado”.