hasta que el Espíritu sea derramado sobre nosotros desde lo alto, y el desierto se convierta en un buen campo lleno de cosechas, y el buen campo crezca como un bosque.
El Señor cuidará de Sión y se compadecerá de todos sus lugares arruinados. Hará que su desierto sea como el Edén, y sus zonas desérticas como el jardín del Señor. La gente allí tendrá alegría y felicidad, dando gracias y cantando dulces canciones.
Los cipreses crecerán en lugar de los arbustos de espinas; los mirtos crecerán en lugar de las zarzas. Esto es para confirmar la reputación del Señor: una señal eterna, que nunca será destruida.
El Señor dará a todos los que lloran en Sión una corona en lugar de cenizas en su cabeza, el aceite de la felicidad en lugar de luto, ropa de alabanza en lugar de un espíritu de desesperación. Serán llamados robles de la integridad, plantados por el Señor para revelar su gloria.
“A ambos lados del río crecerán todo tipo de árboles frutales. Sus hojas no se marchitarán y no dejarán de producir frutos. Producirá frutos todos los meses, porque el río que fluye desde el santuario viene a regarlos. Sus frutos se comerán como alimento y sus hojas se usarán para curar”.
Efraín, ¿hasta cuándo tendré que advertirte sobre la idolatría? Ya he contestado y ahora espero. Soy como el árbol siempre verde, y de mí nace tu fruto.
Por la noche vi a un hombre sentado en un caballo rojo que se paró en medio de unos mirtos en un valle angosto. Detrás de él había caballos rojos, marrones y blancos, con sus jinetes.