Su “roca” se morirán de miedo, y sus oficiales se aterrorizarán y entrarán en pánico a la vista de la bandera de combate, declara el Señor, que tiene su fuego en Sión, y su horno en Jerusalén.
Así que el Señor, el Señor Todopoderoso, enviará una enfermedad a los fuertes guerreros del rey de Asiria que los hará marchitarse; un fuego ardiente se pondrá debajo de todo lo que él está tan orgulloso.
Las naciones rugen como el estruendo de las olas que chocan. Pero él se enfrenta a ellos, y huyen lejos, arrastrados por el viento como la paja de los montes, como las plantas rodadoras arrastradas por la tormenta.
En ese momento, este será el canto que se entone en la tierra de Judá: “¡Nuestra ciudad es una ciudad fuerte! ¡Sus muros y defensas son nuestra salvación!
El lugar de incineración ha sido preparado hace mucho tiempo, listo para el rey. Su pira fúnebre es profunda y ancha, y tiene mucho fuego y leña. El soplo del Señor le prende fugo, como un torrente de azufre ardiente.
una vez que el Señor haya lavado los excrementos de las hijas de Sión y haya limpiado las manchas de sangre de Jerusalén con un espíritu de juicio y un espíritu de fuego.
¡Mira! El Señor viene rodeado de fuego, con sus carros girando como el viento, para expresar su ira con furia, para dar su reprimenda en llamas de fuego.
¡Tengan cuidado! Viene el día—ardiente como un horno—en el que los arrogantes y malvados serán quemados como la paja. Cuando llegue ese día, serán quemados por complete, desde la raíz hasta las ramas, dice el Señor Todopoderoso.