La alegría y el gozo han desaparecido. Nadie celebra en los campos de cosecha ni en los viñedos; nadie grita de alegría. Nadie pisa las uvas en los lagares. Han dejado de alegrarse.
El apetito de la tumba aumenta, su boca se abre de par en par, y la nobleza de Jerusalén y las masas bajarán a ella, junto con las turbas alborotadas y borrachas.
Esto es lo que dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: Voy a poner fin aquí mismo, mientras tú observas, a cualquier sonido de celebración y alegría, a las voces alegres de los novios.
También pondré fin a los sonidos alegres de la celebración y a las voces felices de los novios. No habrá ruido de las piedras de molino que se usen; no se encenderán las lámparas.
Pondré fin a los sonidos alegres de la celebración y a las voces felices de los novios de las ciudades de Judá y de las calles de Jerusalén, porque el país se convertirá en un desierto.
Estabas en el Edén, el jardín de Dios. Llevabas toda clase de piedras preciosas: cornalina, topacio y amatista; berilo, ónice y jaspe; lapislázuli, turquesa y esmeralda. Fueron colocados en monturas y engastes de oro, con un trabajo artesanal, y fueron hechos el día en que fuiste creado.
“Y nunca más alguien volverá a escuchar música en ti: el sonido de arpas, cantantes, flautas y trompetas. Y nunca más volverá a trabajar en ti algún mercader o artesano. Nunca más se escuchará en ti el sonido de un molino.