Una vez que el Señor haya terminado todo su trabajo contra el Monte Sion y Jerusalén, él castigará al rey de Asiria por su terrible arrogancia y por la mirada engreída de sus ojos.
Castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su pecado, dice el Señor. Acabaré con el engreimiento de los arrogantes, y humillaré a los tiranos y su orgullo.
Mi pueblo es como un ave de rapiña manchada a mí con otras aves de rapiña dando vueltas para atacarlo. Ve y trae a todos los animales salvajes para que se coman el cadáver.
Pero éste es el día del Señor Dios Todopoderoso, un día de retribución en el que se vengará de sus enemigos. La espada destruirá hasta que esté satisfecha, hasta que se haya hartado de su sangre. El Señor Dios Todopoderoso está celebrando un sacrificio en el país del norte, junto al Éufrates.
Así que ahora yo, Nabucodonosor, alabo, honro y glorifico al Rey del Cielo, porque todo lo que hace es correcto y sus caminos son verdaderos. Él es capaz de humillar a los que son orgullosos.
Esto es lo que dice el Señor: ¡Cuidado! Voy a enviar desastre sobre tales familias, y no podrán escapar. No podrán caminar más con arrogancia porque este será un tiempo de desastre.
Ese día no serás avergonzado por lo que hiciste al rebelarte contra mi, porque yo quitaré de entre tu pueblo a los orgullosos y jactanciosos. Nunca más mostrarás orgullo en mi monte santo.
¡Tengan cuidado! Viene el día—ardiente como un horno—en el que los arrogantes y malvados serán quemados como la paja. Cuando llegue ese día, serán quemados por complete, desde la raíz hasta las ramas, dice el Señor Todopoderoso.