Abrán viajó por todo el país hasta que llegó a un lugar llamado Siquén, haciendo una pausa en el roble que estaba en Moré. En ese tiempo, el país estaba ocupado por los caananitas.
La convertiré en un lugar desierto. No se podará ni se cortará más la hierba en ella: quedará cubierta de zarzas y espinas. Ordenaré a las nubes que no llueva sobre ella”.
El Señor los guiará siempre; les dará todo lo que necesitan en una tierra desolada; los hará fuertes de nuevo. Serán como un jardín bien regado, como un manantial que nunca se seca.
Te unes a los que se alegran y a los que hacen lo correcto y se acuerdan de seguir tus caminos. Pero cuando seguimos pecando, te enfadaste. ¿Cómo podemos salvarnos si seguimos así?
Todos nos hemos vuelto impuros, y todas las cosas buenas que hacemos son como trapos sucios. Nos marchitamos y morimos como hojas de otoño, y nuestros pecados, como el viento, se los lleva.
Volverán y celebrarán con gritos de alegría en el monte Sión; sus rostros resplandecerán ante los maravillosos regalos del Señor: el grano, el vino nuevo y el aceite de oliva, y las crías de sus rebaños y manadas. Su vida será como un jardín bien regado; y no volverán a deprimirse.
Todos los árboles del campo sabrán que yo soy el Señor. Puedo derribar al alto y hacer que el árbol bajo crezca en altura. Puedo hacer que el árbol verde se seque, y hacer que el árbol marchito vuelva a ser verde. Yo, el Señor, he hablado y lo haré”.
Entonces vio una higuera junto al camino, y se dirigió hacia ella pero no encontró ningún fruto, sino solamente hojas. Entonces le dijo a la higuera: “¡Ojalá que nunca más puedas producir fruto!” E inmediatamente la higuera se marchitó.