Abraham aceptó la oferta de Efrón y Abraham calculó el peso y le dio a Efrón las cuatrocientas piezas de plata que había dicho, usando el peso estándar que usaban los mercaderes, y delante de los hititas como testigos.
“Yo soy un extranjero, un extraño que vive entre ustedes”, les dijo. “Por favor, permítanme comprar un lugar de sepultura para que pueda sepultar a mi difunta esposa”.
Cuando muera, entiérrame con mis antepasados. Deben llevar mi cuerpo desde Egipto hasta la tumba familiar y enterrarme con ellos”. “Haré lo que tú digas”, prometió José.
Llevaron su cuerpo a Canaán y lo enterraron en la cueva de Macpela, en el campo cerca de Mamre, el cual Abraham le había comprado a Efrón el hitita como lugar de sepultura.
Moisés llevó los huesos de José con él porque José leshabía hecho a los hijos de Israel una promesa solemne, diciendo: “Dios definitivamente cuidará de ustedes, y entonces deben llevarse mis huesos cuando salgan de aquí”.
Los huesos de José, que los israelitas habían traído consigo desde Egipto, los enterraron en Siquem, en el pedazo de tierra que Jacob había comprado a los hijos de Jamor, el padre de Siquem, por cien piezas de plata. Esta tierra fue heredada por los hijos de José.