Pero cuando los oficiales fueron a la prisión, no pudieron encontrarlos, así que regresaron y dijeron al concilio:
Pedro los seguía a la distancia, y entró al patio de los sumos sacerdotes. Se sentó allí con los guardias para ver cómo terminaban las cosas.
Cuando llegó el amanecer, había una total confusión entre los soldados respecto a lo que le había sucedido a Pedro.
“Encontramos la prisión cerrada con llave y con guardias en sus puertas. Pero cuando les pedimos que nos abrieran, no encontramos a nadie adentro”.
Entonces el capitán fue con sus guardias y los trajo adentro, pero no a la fuerza, porque temían que la gente los apedreara.