Después de que los discípulos fueron liberados, fueron donde estaban otros creyentes y les contaron todo lo que los jefes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho.
Me siento inconsolable al recordar cuando caminaba entre las multitudes, guiándolos en una procesión hacia la casa del Señor, con cantos de alegría y canciones de agradecimiento de los adoradores en el festival.
Entonces los que de verdad respetaban al Señor hablaron entre ellos y el Señor escuchó lo que dijeron. Un rollo de memorias fue escrito en su presencia con los nombres de aquellos que respetaban al Señor y que le prestaron atención.
Entonces Pablo y Silas salieron de la cárcel y se fueron a la casa de Lidia. Allí se encontraron con los creyentes, los animaron y siguieron su camino.