“¿Qué debemos hacer con estos hombres?” preguntaron. “No podemos negar que por medio de ellos ha ocurrido un milagro importante. Todos los que viven aquí en Jerusalén saben de ello.
Mientras pensaba en lo que había visto, un macho cabrío llegó desde el oeste, corriendo por la superficie de la tierra tan rápido que no tocó el suelo. Tenía un cuerno grande y prominente entre los ojos.
El macho cabrío se hizo muy poderoso, pero en la cúspide de su poder se le rompió el cuerno grande. En su lugar surgieron cuatro grandes cuernos que señalaban los cuatro vientos del cielo.