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Referencias Cruzadas

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Hechos 3:1

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Pedro y Juan iban de camino, subiendo hacia el Templo, a la hora de la oración de la tarde, cerca de las 3 p.m.

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27 Referencias Cruzadas  

A la hora del sacrificio vespertino, el profeta Elías se acercó al altar y oró: “Señor, Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, demuestra hoy que eres Dios en Israel, que yo soy tu siervo y que todo lo que he hecho ha sido por orden tuya.

Lloré y gemí día, tarde y noche, y él me escuchó.

Por la mañana ofrece un cordero y por la tarde, antes de que oscurezca, ofrece el otro.

Cuando Daniel se enteró de que el decreto había sido firmado, se dirigió a su casa, a su habitación del piso superior, donde oraba tres veces al día, con las ventanas abiertas hacia Jerusalén. Allí se arrodilló, orando y agradeciendo a su Dios como siempre lo hacía.

Mientras seguía orando, Gabriel, a quien había visto anteriormente cuando tuve la visión, vino volando rápidamente hacia mí a la hora del sacrificio vespertino.

Ofrece un cordero por la mañana y otro por la tarde antes de que oscurezca,

Seis días después Jesús llevó consigo a Pedro, a Santiago, y a su hermano Juan hacia una montaña alta para estar solos allí.

Entonces llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sufrir tristeza y aflicción agonizantes.

Desde el medio día hasta las tres de la tarde hubo tinieblas en todo el país.

Durante el momento en que se ofrendaba el incienso, había una gran multitud orando afuera.

“Había dos hombres orando en el Templo. Uno de ellos era un Fariseo, y el otro era un recaudador de impuestos.

Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: “Vayan y preparen la cena de la Pascua, para que podamos comer juntos”.

Y pasaban todo el tiempo en el Templo, alabando a Dios.

El discípulo a quien Jesús amaba le dijo a Pedro: “Es el Señor”. Cuando Pedro escuchó que era el Señor, se puso ropa, pues hasta ese momento estaba desnudo, y se lanzó al mar.

Un día, cerca de las 3 p.m. Cornelio tuvo una visión en la que vio claramente a un ángel de Dios que venía hacia él y lo llamaba, diciendo: “¡Cornelio!”

“Hace cuatro días, cerca de esta misma hora—tres de la tarde—yo estaba orando en mi casa”, explicó Cornelio. “Cuando de repente vi a un hombre en pie frente a mí, vestido con ropas que brillaban.

Día tras día siguieron reuniéndose en el Templo, y comían juntos en sus casas. Disfrutaban de las comidas con humildad y alegría. Alababan a Dios, y todos pensaban bien de ellos.

Entonces este hombre vio a Pedro y a Juan cuando iban a entrar al Templo, y les pidió dinero.

Entonces Pedro lo miró fijamente, y Juan también. “¡Míranos!” le dijo Pedro.

Cuando vieron la confianza de Pedro y Juan, y se dieron cuenta de que eran hombres sin instrucción, hombres comunes, se sorprendieron mucho. También reconocieron a los demás compañeros de Jesús.

Entonces alguien entró y dijo: “¡Miren, los hombres que ustedes metieron en la prisión están ahí en el Templo enseñándole a la gente!”

Cuando los apóstoles estuvieron de regreso en Jerusalén y oyeron que la gente de Samaria había aceptado la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan a visitarlos.

y cuando reconocieron también la gracia que me había sido dada, entonces Santiago, Pedro y Juan, quienes llevaban la responsabilidad de ejercer el liderazgo de la iglesia, estrecharon sus manos conmigo y Bernabé, aceptándonos como sus compañeros de trabajo.




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