Habíamos perdido mucho tiempo, y el viaje se hacía peligroso porque ya había pasado la celebración del Ayuno. Pablo les advirtió:
“Celebrarás una reunión sagrada el décimo día de este séptimo mes, y practiquen la abnegación. No hagas nada de tu trabajo normal.
¡Así que estén atentos! No olviden que durante tres años los instruí de día y de noche, a menudo con lágrimas.