Por eso los judíos me agarraron en el Templo y trataron de matarme.
Se acercaba el fin de los siete días cuando ciertos judíos de Asia vieron a Pablo en el Templo y lo agarraron.
Hasta ese momento la gente había escuchado lo que Pablo decía, pero entonces comenzaron a gritar: “¡Eliminen a este hombre de la tierra! ¡No merece vivir!”
Le rogaron a Festo que como favor enviara a Pablo a Jerusalén, conspirando para hacerle una emboscada y matarlo en el camino.