Nadie me encontró nunca discutiendo en el Templo con nadie, o incitando a la gente a amotinarse en ninguna sinagoga o en ninguna otra parte de la ciudad.
Cuando regresaron donde estaban los demás discípulos, vieron que estaban rodeados de una gran multitud y había allí algunos maestros religiosos discutiendo con ellos.
Tres días después, Pablo invitó a los líderes judíos para que fueran a verlo. Y cuando estaban reunidos les dijo: “Hermanos, aunque no tengo nada en contra del pueblo o de las costumbres de nuestros antepasados, fui arrestado en Jerusalén y entregado a las autoridades romanas.