Esta chica siguió a Pablo y al resto de nosotros por todos los lugares, gritando: “Estos hombres son siervos del Dios Todopoderoso. ¡Ellos dicen cómo se puede ser salvo!”
Entonces comenzó a hablar de manera abierta en la sinagoga. De modo que cuando Priscila y Aquila lo escucharon, lo invitaron a unirse a ellos y le enseñaron con mayor amplitud el camino del Señor.
Pero algunos de ellos eran tercos, y no quisieron aceptar. Ellos condenaban a El Camino ante la multitud. Así que Pablo se dio por vencido respecto a ellos y se fue a la sinagoga, llevando consigo a los creyentes. Entonces comenzó a hacer debates cada día en el salón de Tirano.
“Pero le admitiré esto: Sirvo al Dios de nuestros padres, siguiendo las creencias de El Camino, a lo que ellos llaman una secta hereje. Yo creo en todo lo que la ley enseña y lo que está escrito en los libros de los profetas.
Y todos los que lo oían predicar estaban asombrados, y preguntaban: “¿Acaso no es este el hombre que causó tantos problemas a los creyentes de Jesús en Jerusalén? ¿Acaso no vino aquí para arrestar y llevar encadenados a los creyentes ante los jefes de los sacerdotes?”
Ustedes oyeron sobre mi conducta como seguidor de la religión judía, y cómo perseguí con fanatismo a la iglesia de Dios, tratando de destruirla de manera salvaje.