Colocó guarniciones en el reino arameo con capital en Damasco, e hizo que los arameos se sometieran a él y les exigió el pago de impuestos. El Señor le daba victorias a David por donde quiera que iba.
Cuando la familia real de Judá fue informada, “Aram y Efraín tienen una alianza”, Acaz y su pueblo se aterrorizaron y se estremecieron como árboles en el bosque sacudidos por el viento.
“¡Qué vergüenza tienes, Korazin! ¡Qué vergüenza tienes, Betsaida! Si los milagros que hice entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y Sidón, hace mucho tiempo ellos se habrían arrepentido en silicio y cenizas.
Entonces comenzó a difundirse la noticia acerca de él por toda la provincia de Siria. La gente traía delante de él a todos los que estaban enfermos: personas afligidas por todo tipo de enfermedades, personas poseídas por demonios, enfermos mentales, paralíticos, y él los sanaba a todos.
¡Lástima por ti, Corazín! ¡Lástima por ti, Betsaida! Porque si los milagros que ustedes vieron hubieran ocurrido en Tiro y Sidón, ya ellos se habrían arrepentido hace mucho tiempo, y estarían sentándose en cilicio y cenizas.
Sucedió que los que habían quedado esparcidos por causa de la persecución que ocurrió cuando Esteban fue asesinado, viajaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía. Y solo predicaban la buena noticia entre los judíos.
Ahora Herodes estaba furioso con el pueblo de Tiro y Sidón. Entonces enviaron una delegación para verlo y lograron ganarse el favor de Blasto, el asistente personal del rey, para que los ayudara. Ellos suplicaban paz a Herodes porque dependían del territorio del rey para conseguir el alimento.
Pablo se quedó por un tiempo. Entonces dejó a los creyentes de allí y partió hacia Siria, llevando consigo a Priscila y Aquila. En Cencrea mandó a afeitar su cabeza, porque había hecho un voto.
Y algunos de los creyentes de Cesarea vinieron con nosotros, y nos llevaron hasta la casa de Nasón, donde íbamos a quedarnos. Él venía de Chipre y fue uno de los primeros creyentes.
Una vez más los israelitas hicieron lo que era malo a los ojos del Señor. Adoraron a los baales y a los astoretas, así como a los dioses de Aram, Sidón y Moab, y a los dioses de los amonitas y los filisteos. Rechazaron al Señor y no lo adoraron.