Y uno de ellos, llamado Ágabo se puso en pie y profetizó una advertencia por medio del Espíritu que habría una hambruna terrible que afectaría a todo el mundo. (Esto se cumplió durante el reinado del Emperador Claudio).
Pablo había planeado seguir directo hasta Éfeso para no demorarse en la provincia de Asia. Tenía prisa de llegar a Jerusalén para estar a tiempo para el Día del Pentecostés.
Allí buscamos a los creyentes y nos quedamos en ese lugar durante una semana. Y por medio del Espíritu Santo los creyentes le dijeron a Pablo que no fuera a Jerusalén.