Ese día, muchas naciones creerán en el Señor, y serán mi pueblo. Yo viviré en medio de ustedes, y ustedes sabrán que el Señor Todopoderoso me ha enviado a ustedes.
Los judíos se decían unos a otros: “¿A dónde irá que no podremos encontrarlo? ¿Acaso está planeando irse donde están las personas dispersas entre los extranjeros, y les enseñará a ellos?
Después de reunirse en la sinagoga, muchos de los judíos y conversos al judaísmo siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes hablaban con ellos, animándolos a seguir firmes en la gracia de Dios.
Pero los judíos incitaron a mujeres devotas e influyentes y también a líderes de la ciudad para perseguir a Pablo y a Bernabé, y los expulsaron de su territorio.
En Iconio ocurrió lo mismo: Pablo y Bernabé fueron a la sinagoga judía y hablaron con tanta seguridad que muchos adoradores, tanto de habla griega como judíos, creyeron en Jesús.
Entonces los apóstoles y los ancianos, en reunión con toda la iglesia, decidieron que sería bueno elegir a algunos representantes y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Y eligieron a Judas Barsabás y a Silas, líderes entre los hermanos,
Él debatía en la sinagoga con los judíos y con los adoradores de Dios, así como también lo hacía en las plazas del mercado con los que se encontraba cada día.
Y unos cuantos hombres se unieron a él y creyeron en Dios, incluyendo a Dionisio, un miembro del Aerópago, así como una mujer llamada Damaris, y otros más.
Así sucedió durante los siguientes dos años, logrando que todos los que vivían en la provincia de Asia, tanto judíos como griegos, escucharan la palabra del Señor.
“¡Hombres de Israel, vengan a ayudarnos!” gritaron. “Este es el hombre que está enseñando por todas partes para que se opongan a nuestro pueblo, a la Ley y al Templo. Además ha traído griegos al Templo, contaminando este lugar santo”.
Después de que los discípulos fueron liberados, fueron donde estaban otros creyentes y les contaron todo lo que los jefes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho.