En Iconio ocurrió lo mismo: Pablo y Bernabé fueron a la sinagoga judía y hablaron con tanta seguridad que muchos adoradores, tanto de habla griega como judíos, creyeron en Jesús.
El sábado salimos por las puertas de la ciudad hacia las orillas del río, donde pensábamos que la gente iría a orar. Entonces nos sentamos y hablamos con las mujeres que se habían reunido allí.
La gente de allí tenía mejor actitud que los de Tesalónica, pues aceptaron rápidamente la palabra, y examinaban las Escrituras cada día para asegurarse de que era correcto lo que les enseñaban.
Pero cuando los judíos de Tesalónica oyeron que Pablo también estaba predicando la palabra en Berea, fueron hasta allá, y causaron los mismos disturbios, provocando a las multitudes.
Y estas fueron las personas que viajaron con él: Sópater de Berea, hijo de Pirro, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, Timoteo, Tíquico y Trófimo de la provincia de Asia.
Nos embarcamos en un barco que estaba registrado en Adramitio y que se dirigía hacia los puertos costeros de la provincia de Asia, y comenzamos a navegar. Aristarco, un hombre de Tesalónica, Macedonia, iba con nosotros.
Esta carta viene de parte de Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los Tesalonicenses que pertenecen a Dios el Padre y al Señor Jesucristo. Deseamos que tengan gracia y paz.
Recordarán que después de muchas dificultades y maltrato en Filipos, con la ayuda de Dios nos atrevimos así a compartir la buena noticia de Dios con ustedes, a pesar de la oposición que enfrentamos.