Cuando el centurión y los que estaban con él vigilando a Jesús vieron el terremoto y lo que había ocurrido, se atemorizaron y dijeron: “¡Este era realmente el Hijo de Dios!”
Y todos expresaron su aprobación hacia él, asombrados por las palabras que salieron de sus labios. “¿Acaso no es este el hijo de José?” se preguntaban ellos.
Todos los que estaban allí quedaron impresionados y alababan a Dios, diciendo: “Se ha levantado entre nosotros un gran profeta”, y “Dios ha visitado a su pueblo”.
Cuando los extranjeros escucharon esto, se alegraron en gran manera, alabando la palabra del Señor, y todos los elegidos para la vida eterna creyeron en Dios.
Era cercano al gobernador, Sergio Paulo, un hombre inteligente. Este gobernador invitó a Bernabé y a Saulo para que fueran a visitarlos pues quería escuchar la palabra de Dios.
Algún tiempo después, Pablo le dijo a Bernabé: “Regresemos y visitemos a los creyentes de cada ciudad donde hemos predicado la palabra de Dios, y veamos cómo están”.
Así sucedió durante los siguientes dos años, logrando que todos los que vivían en la provincia de Asia, tanto judíos como griegos, escucharan la palabra del Señor.
De modo que si Demetrio y los demás artesanos tienen alguna queja contra alguien, entonces vayan a las autoridades y a las cortes. Ellos podrán presentar los cargos correspondientes.
Y cerca de allí había tierras que pertenecían a Publio, el funcionario principal de la isla. Él nos recibió y cuidó de nosotros durante tres días con mucha hospitalidad.
Después de haber dado su testimonio y de haber predicado la palabra de Dios, regresaron a Jerusalén, compartiendo la buena nueva en muchas aldeas de Samaria a lo largo del camino.