No es porque yo tenga más sabiduría que nadie por lo que se me ha revelado este misterio, sino para explicar a Tu Majestad en qué estabas pensando para que pudieras entenderlo.
Entonces caí postrado a sus pies para adorarlo. Y me dijo: “¡No lo hagas! Yo soy un siervo de Dios, como lo eres tú, y como los que aceptan el testimonio de Jesús. Adora a Dios, porque el testimonio de Jesús es el espíritu profético”.