“Hijo de hombre”, me dijo, “mira con tus ojos, escucha con tus oídos. Concéntrate en todo lo que voy a mostrarte, porque esa es la razón por la que te han traído aquí. Debes explicar al pueblo de Israel lo que se te ha mostrado, todo lo que ves”.
“No tengas miedo, Daniel”, me dijo. “Desde el primer día en que te concentraste en tratar de entender esto, y en humillarte ante Dios, tu oración fue escuchada, y yo he venido a responderte.
Han sembrado mucho pero han cosechado poco. Comen, pero están hambrientos. Beben, pero aún están sedientos. Se visten, pero tienen frío. Tú trabajas duro para ganar tu dinero, pero lo echas en un saco lleno de agujeros.
Cuando recuperó el sentido, pensó para sí mismo: ‘Todos los trabajadores de mi padre tienen más que suficiente para comer, ¿por qué estoy muriendo de hambre aquí?
Examínense ustedes mismos y vean si están confiando en Dios. Pónganse a prueba. ¿No se dan cuenta de que Jesucristo está en ustedes? A menos que hayan fallado en la prueba…