Entonces el rey Joás convocó a Joyadá y a los demás sacerdotes y les preguntó: “¿Por qué no han reparado los daños del Templo? No usen más dinero que se les ha dado para ustedes, en cambio entréguenlo a otros para que reparen el Templo”.
Tan pronto como esta carta del rey Artajerjes fue leída a Rehum, al escriba Simsai y a sus compañeros, se precipitaron hacia los judíos de Jerusalén y utilizaron su poder para obligarlos a detener los trabajos.
Entonces la gente de Judá empezó a refunfuñar, diciendo: “Los obreros están agotados. Hay demasiados escombros que limpiar. Nunca podremos terminar el muro”.
En el segundo año del reinado de Darío, en el primer día del sexto mes, el Señor envió un mensaje a través del profeta Ageo a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, y al Sumo Sacerdote Josué, hijo de Josadac.