Los hombres pensaron que esto era una buena señal e inmediatamente le tomaron la palabra al rey, diciendo: “Sí, Ben-Adad es tu hermano”. “¡Vayan a buscarlo!”, dijo el rey. Así que Ben-hadad salió de su escondite y se entregó a Acab, quien lo subió a su carro.
Incluso sacrificó a su propio hijo como holocausto, y utilizó la adivinación y la brujería, y trató con médiums y espiritistas. Hizo mucho mal a los ojos del Señor, haciendo que éste se enojara.