Apenas habían salido de la ciudad cuando José le dijo al mayordomo de su casa: “Ve tras esos hombres, y cuando los alcances, pregúntales: ‘¿Por qué han devuelto el bien con el mal, robando la copa de plata de mi amo?
Al tercer día llegó un hombre del campamento de Saúl. Sus ropas estaban rasgadas y traía polvo sobre la cabeza. Y cuando se acercó a David, se inclinó ante él y se postró en el suelo en señal de respeto.
Vio al rey de pie junto a su columna, como era costumbre. Los comandantes y los trompetistas estaban con el rey, y todos celebraban y tocaban las trompetas. Atalía se rasgó las vestiduras y gritó: “¡Traición! Traición!”