Que los pueblos de distintas naciones te sirvan y se inclinen ante ti. Que todos los que te maldigan sean malditos, y que sean benditos todos los que te bendigan”.
José era el gobernador del país y vendía grano a todo el pueblo de allí. Los hermanos de José fueron a él y se inclinaron ante él con el rostro en tierra.
“Si tiene que ser así, entonces esto es lo que harán”, respondió Israel. “Llévense lo mejor que produce nuestro país. Empaquen sus bolsas con regalos para este hombre: bálsamo, un poco de miel, especias, mirra, pistachos y almendras.
Pues las Escrituras dicen: “‘Tan cierto como yo estoy vivo,’ dice el Señor, ‘toda rodilla se doblará delante de mí, y toda lengua declarará que yo soy Dios’”.