Estaban sentados para comer cuando vieron una caravana de ismaelitas que venía de Galaad. Sus camellos llevaban especias aromáticas, bálsamo y mirra para llevarlos a Egipto.
Así que cuando los ismaelitas (que eran comerciantes de Madián) llegaron, sacaron a José de la fosa y se lo vendieron por veinte piezas de plata. Los ismaelitas lo llevaron a Egipto.
Mientras tanto, los ismaelitas habían llegado a Egipto y le habían vendido a José a Potifar. Potifar era uno de los oficiales del faraón, era el capitán de la guardia.
José había sido llevado a Egipto por los ismaelitas, quienes lo habían vendido a Potifar, un egipcio que era uno de los oficiales del faraón, el comandante de la guardia real.
“Si tiene que ser así, entonces esto es lo que harán”, respondió Israel. “Llévense lo mejor que produce nuestro país. Empaquen sus bolsas con regalos para este hombre: bálsamo, un poco de miel, especias, mirra, pistachos y almendras.
Por orden del rey, los mensajeros se apresuraron a seguir su camino. El decreto se emitió también en la fortaleza de Susa. El rey y Amán se sentaron a beber mientras la gente de la ciudad de Susa estaba muy turbada.
¡Entro en mi jardín, hermana mía, novia mía! Recojo mirra con mi especia. Como mi panal con mi miel. Bebo vino con mi leche. ¡Comamos nuestra saciedad de amor! Embriaguémonos de amor!
Esto es lo que dice el Señor sobre la familia real del rey de Judá: Ustedes son tan estimados para mí como los bosques de Galaad y los montes del Líbano. Pero te convertiré en un desierto, en ciudades donde nadie vive.
“El límite oriental va desde Haurán y Damasco, bajando por el Jordán entre Galaad y la tierra de Israel, hasta el Mar Muerto y hasta Tamar. Este es el límite oriental.
¡Grande es el desastre que vendrá para ustedes los que se recuestan en camas decoradas con marfil, y descansan en cómodos sillones, comiendo cordero de sus propios rebaños y becerros engordados en sus establos!