Debemos prepararnos e ir a Betel para construir un altar a Dios que me respondió en mi tiempo de angustia. Él ha estado conmigo donde quiera que haya ido”.
¡Escucha! Yo estoy contigo y te cuidaré dondequiera que vayas. Yo te traeré de regreso a esta tierra. No te abandonaré, porque voy a hacer lo que te prometí”.
Si no fuera por el Dios de mi padre, el Dios de Abraham, el increíble Dios de Isaac, quien me cuidó, me habrías despedido sin nada. Pero Dios vio mi sufrimiento, lo duro que trabajé y te condenó anoche”.
Cuando Jacob escuchó esto, estaba absolutamente aterrorizado. Dividió a toda la gente con él, junto con las ovejas, las cabras, el ganado y los camellos, en dos grupos,
Bendijo a José, diciendo: “Que el Dios que mi abuelo Abraham y mi padre adoraron, el Dios que me ha cuidado como un pastor a lo largo de mi vida hasta ahora,
Pueblo de Sión, tú que vives en Jerusalén, ya no tendrás que llorar. Cuando clames por ayuda, él será bondadoso contigo. Les responderá en cuanto los escuche.
Cuando camines por las aguas, yo estaré contigo; y cuando atravieses los ríos, no se desbordarán sobre ti. Cuando camines por el fuego, no te quemarás; las llamas no te prenderán.
“Saldrás de allí y seguirás hasta la encina de Tabor, donde te encontrarás con tres hombres que van a adorar a Dios en Betel. Uno llevará tres cabritos, otro llevará tres panes y otro llevará un odre de vino.