Puedes poner el precio de la novia tan alto como quieras, y yo lo pagaré junto con todos los regalos que daré. Sólo déjame tener a la chica para poder casarme con ella”.
Les dijeron: “¡No podemos hacer esto! No podemos permitir que nuestra hermana se case con un hombre que no está circuncidado. Eso nos traería la desgracia.
Te hemos desobedecido y negado, Señor; hemos dado la espalda a nuestro Dios. Hemos fomentado la opresión y la rebelión, diciendo mentiras que hemos pensado cuidadosamente.
Se han ido todas las buenas personas, no queda ninguno que haga el bien. Todos procuran asesinar a otros; tratan de tender trampas hasta a sus propios hermanos.
Queridos amigos, no procuren la venganza, más bien dejen que Dios sea quien haga juicio—tal como señala la Escritura: “‘Es a mí a quien corresponde administrar la justicia, yo pagaré,’ dice el Señor”.