Entonces Labán continuó: “Dime cuánto debo pagarte”.
Un día, Labán le dijo: “¡Eres mi pariente, así que no es justo que trabajes sin una compensación por ello! Dime entonces, ¿cuánto debo pagarte?”
“Pues para mi es mejor dártela a ti que a cualquier otro”, respondió Labán. “Así que quédate y trabaja para mi”.
Trabajé catorce años por tus dos hijas, y seis años más con tus rebaños. ¡Y me redujiste el sueldo diez veces!
¡Pero me ha estado engañando, y ha reducido mi salario diez veces! Sin embargo, Dios no ha dejado que me haga mal.