“¿Quién te dijo que estabas desnudo?” le preguntó el Señor Dios. “¿Acaso comiste del árbol que te dije que no comieras?”
“Te escuché caminando por el jardín y me asusté porque estaba desnudo, y por eso me escondí”, respondió Adán.
“Fue la mujer que me diste quien me brindó del fruto del árbol, y yo lo comí”, respondió Adán.
“¿Qué has hecho?” le preguntó el Señor. “La sangre de tu hermano clama a mi desde la tierra.
Yo me quedo callado cuando haces esas cosas. Tú pensaste que yo era alguien como tú. Pero ahora te confronto, y traigo mis cargos en contra tuya.
Porque nadie es justificado ante Dios por hacer lo que la ley exige. La ley solo nos ayuda a reconocer lo que es realmente el pecado.