Un día, Labán le dijo: “¡Eres mi pariente, así que no es justo que trabajes sin una compensación por ello! Dime entonces, ¿cuánto debo pagarte?”
Labán tenía dos hijas. La mayor se llamaba Lea, y la más joven se llamaba Raquel.
Entonces Labán continuó: “Dime cuánto debo pagarte”.
Trabajé catorce años por tus dos hijas, y seis años más con tus rebaños. ¡Y me redujiste el sueldo diez veces!
¡Pero me ha estado engañando, y ha reducido mi salario diez veces! Sin embargo, Dios no ha dejado que me haga mal.
Los hermanos de su madre compartieron su propuesta con todos los dirigentes de Siquem, y decidieron seguir a Abimelec, porque dijeron: “Es nuestro pariente”.