Entonces el Señor se le apareció a Abrán y le dijo: “Esta tierra te la daré a ti y a tus descendientes”.Así que Abrán construyó un altar al Señor allí porque allí se le apareció el Señor.
Entonces el Señor llevó a Abrán afuera y le dijo: “Mira al cielo, y dime si puedes contar las estrellas.¡Así será la cantidad de descendientes que tendrás!”
Pero Dios le dijo a Abraham: “No te sientas mal en cuanto al hijo de la mujer esclava. Haz lo que Sara te pide, porque tu descendencia será contada a través de Isaac.
Ustedes son hijos de los profetas, y del acuerdo que Dios hizo con sus padres cuando le dijo a Abrahán: ‘Por medio de tus descendientes todas las familias de la tierra serán benditas’.
La promesa que Dios le hizo a Abraham y a sus descendientes de que el mundo les pertenecería no estaba basada en su cumplimiento de la ley, sino en que él fue justificado por su confianza en Dios.
De modo que la promesa está basada en la confianza en Dios. Es dada como un don, garantizada a todos los hijos de Abraham, y no solo a los que siguen la ley, sino también a todos los que creen como Abraham, el padre de todos nosotros.
Ellos son mis hermanos de raza, los israelitas, el pueblo escogido de Dios. Dios les reveló su gloria e hizo tratados con ellos, dándoles la ley, el verdadero culto, y sus promesas.
Así como el cuerpo humano es una unidad pero tiene muchas partes. Y todas las partes del cuerpo, aunque son muchas, conforman un cuerpo. Así es Cristo.
¿Qué sentido tiene la ley, entonces? Fue dada para mostrar lo que realmente es el mal, hasta que el Hijo vino a los que se les había hecho la promesa. La ley fue introducida por ángeles, por mano de un mediador.
En la Escritura estaba predicho que Dios justificaría a los extranjeros que creyeran en él. La buena noticia fue revelada a Abraham de antemano con las palabras: “A través de ti serán benditas todas las naciones”.
Tales personas no están conectadas con la cabeza que dirige al cuerpo, que se nutre y se mantiene unido por medio de los tendones y los músculos. Cuando el cuerpo está unido, crece como Dios quiere.
En esta nueva situación no hay griego ni judío, no hay circuncisos o incircuncisos, extranjeros, bárbaros, esclavos o libres, pues Cristo es todo, y él vive en todos nosotros.