El Faraón llamó a Moisés y a Aarón y les suplicó: “Oren al Señor y pídanle que me quite las ranas a mí y a mi pueblo. Entonces dejaré ir a tu pueblo para que pueda ofrecer sacrificios al Señor”.
“Una vez que haya dejado la ciudad, oraré al Señor por ti”, le dijo Moisés. “Los truenos cesarán y no habrá más granizo, para que te des cuenta de que la tierra pertenece al Señor.
Cuando el Faraón vio que la lluvia, el granizo y los truenos habían cesado, volvió a pecar, y eligió volver a ser obstinado, junto con sus funcionarios.