Los hijos de Amram: Aarón y Moisés. Aarón estaba dedicado al servicio con las cosas más sagradas, para que él y sus hijos presentaran siempre ofrendas al Señor, y ministraran ante él, y dieran bendiciones en su nombre para siempre.
Aarón debe llevar la túnica siempre que sirva, y el sonido que haga se oirá cuando entre o salga del santuario al entrar en la presencia del Señor, para que no muera.
Sin embargo, sus beneficios y lo que gane será consagrado al Señor. No se guardará ni ahorrará, porque sus ganancias de los negocios irán a los que adoran al Señor, para proveerlos de abundante comida y buenas ropas.
Moisés explicó a Aarón: “Esto es lo que el Señor estaba hablando cuando dijo: ‘Mostraré mi santidad a los que se acerquen a mí; revelaré mi gloria para que todos la vean’”. Pero Aarón no respondió.
Puso el turbante en la cabeza de Aarón y colocó la placa de oro, la corona sagrada, en la parte delantera del turbante, como el Señor le había ordenado.
Ese día, en los cencerros de los caballos estarán escritas las palabras “Santo es el Señor”. Las ollas de la casa usadas en el Templo del Señor serán tan santos como las ollas usadas en el altar en la presencia del Señor.
En cambio, ustedes son una familia elegida de manera especial, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo que pertenece a Dios. Por eso, pueden revelar las cosas maravillosas que él ha hecho, al sacarlos de la oscuridad a su luz admirable.