Cuando los israelitas lo vieron, se preguntaron “¿Qué es?” porque no tenían ni idea de lo que era. Así que Moisés les explicó, “Es el pan que el Señor ha provisto para que coman.
Cuando tuvieron hambre les diste pan del cielo, y cuando tuvieron sed les sacaste agua de la roca. Les dijiste que fueran a tomar posesión de la tierra que habías jurado darles.
Así que Moisés le dijo a Aarón: “Toma un frasco y pon un gomer de maná en él. Luego ponlo ante el Señor para que lo guarde como un recordatorio para las generaciones futuras”.
El Señor le dijo a Moisés: “Ahora haré llover pan del cielo para ustedes. Cada día la gente debe salir y recoger lo suficiente para ese día. Voy a ponerlos a prueba con esto para saber si seguirán mis instrucciones o no.
y se quejó contra Dios y contra Moisés, diciendo: “¿Por qué nos sacaste de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y odiamos esta horrible comida!”
Te alimentó en el desierto con maná que tus antepasados nunca habían conocido, humillándote y poniéndote a prueba, para que al final te fuera bien en el futuro.
Te humilló y, cuando tuviste hambre, te dio a comer maná, que nadie, ni siquiera tú y tus antepasados, había tenido antes. Esto fue para dejarte claro que los seres humanos no viven sólo de comer pan, sino de toda palabra que sale de la boca del Señor.
Dentro de este lugar estaba el altar de oro del incienso, y el “arca del pacto”, cubierta de oro. Dentro del arca se encontraba una taza de oro que contenía maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las inscripciones del pacto sobre piedras.
El mismo día en que comenzaron a comer el producto de la tierra no hubo más maná. Desde ese momento, los israelitas no volvieron a comer maná, y en cambio comíanlo que la tierra de Canaán producía.
Si tienes oídos, escucha lo que el Espíritu dice a las iglesias. A los que sean victoriosos les daré del maná escondido. Les daré una piedra blanca con un nombre nuevo escrito en ella, el cual nadie conoce sino solo quienes la reciben.