Le hablaban de ello día tras día, pero él se negaba a escuchar. Así que se lo contaron a Amán para ver si aguantaba lo que Mardoqueo estaba haciendo, pues Mardoqueo les había dicho que era judío.
Cualquiera de ustedes que pertenezca a su pueblo puede ir a Jerusalén, en Judá, para reconstruir este Templo del Señor, el Dios de Israel, que vive en Jerusalén. Que su Dios esté con ustedes.
Pero hay algunos judíos que pusiste a cargo de la provincia de Babilonia -Sadrac, Mesac y Abednego- que no hacen caso del decreto de tu majestad. No sirven a tus dioses y no adoran la estatua de oro que pusiste”.