Asegúrate de proveer en su totalidad todo lo que el Dios del cielo requiera para su Templo, pues ¿por qué habría de caer su ira sobre el rey y sus hijos?
Por la presente emito este decreto: Cualquiera del pueblo de Israel o de sus sacerdotes o levitas en mi reino que voluntariamente decida ir a Jerusalén con ustedes puede hacerlo.
Luego, tú y los que están contigo pueden decidir usar el resto de la plata y el oro de la manera que mejor les parezca, de acuerdo con la voluntad de tu Dios.
“El Dios de los hebreos vino a nosotros”, añadieron. “Por favor, permítenos hacer un viaje de tres días al desierto y ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios. De lo contrario nos matará por enfermedad o por espada”.
Ese día haré que Jerusalén sea como una roca pesada para todas las personas. Y cualquiera que trate de levantar la roca quedará muy lastimado. Todas las naciones se unirán entonces para atacar a Jerusalén.