El Señor aceptó tal sacrificio, y dijo para sí mismo: “No volveré a maldecir a la tierra por culpa de los seres humanos, aunque cada uno de sus pensamientos sea perverso desde su niñez. Y no volveré a destruir a los seres vivos como lo acabo de hacer.
“Esto es lo que dice Ciro, rey de Persia: ‘El Señor, el Dios de los cielos, que me ha dado todos los reinos de la tierra, me ha dado la responsabilidad de construirle un Templo en Jerusalén, en Judá.
Proporciona todo lo que necesiten los sacerdotes de Jerusalén: novillos, carneros y corderos para los holocaustos al Dios del cielo, y trigo, sal, vino y aceite de oliva. Asegúrate de darles esto cada día sin falta.
Asegúrate de proveer en su totalidad todo lo que el Dios del cielo requiera para su Templo, pues ¿por qué habría de caer su ira sobre el rey y sus hijos?
Lavarás las entrañas y las piernas con agua, y el sacerdote lo quemará todo en el altar como un holocausto, una ofrenda de comida, para ser aceptada por el Señor.
Lavarás las entrañas y las piernas con agua, y el sacerdote lo quemará todo en el altar como una ofrenda quemada, una ofrenda de comida, para ser aceptada por el Señor.