“Esto es lo que dice Ciro, rey de Persia: ‘El Señor, el Dios de los cielos, que me ha dado todos los reinos de la tierra, me ha dado la responsabilidad de construirle un Templo en Jerusalén, en Judá.
Aunque tenían miedo de los habitantes del lugar, levantaron el altar sobre sus cimientos originales y sacrificaron en él holocaustos al Señor, tanto en la mañana como en la tarde.
Incluso devolvió los objetos de oro y plata pertenecientes al Templo de Dios, que Nabucodonosor había tomado del Templo de Jerusalén y colocado en su templo de Babilonia. El rey Ciro se los entregó a un hombre llamado Sesbasar, a quien había nombrado gobernador,
En el primer año del rey Ciro, éste emitió un decreto relativo al Templo de Dios en Jerusalén: “Que se reconstruya el Templo como lugar donde se ofrezcan sacrificios, y que tenga unos cimientos fuertes y firmes. Hazlo de sesenta codos de alto y sesenta codos de ancho,